me siento ex_traña (ex_dona)
Tanta insistencia por parte de hormigas blancas y otros programas de obligada visión me animaron definitivamente: aunque la Dúrcal renegara de ella, tenía que ver Me siento extraña... ¿a qué tanto revuelo treinta años después?, ¿tan horrenda era?
Percibo taaaaanta lesbofobia todavía hoy...
Cuánto debieron machacar a estas jovencísimas Bárbara Rey y Rocío Dúrcal -taaan bellas- para que las dos decidieran dar carpetazo a este episodio fílmico de sus vidas.
Llevo tantos años buscando en La Cultura rastros de mi silenciada opción que, con el coño dilatado, digo: hay miles de películas de culto lésbico mucho peores que... me siento extraña. De hecho, algunas estúpidas constantes del cine bollo de hoy y de siempre, para mi sorpresa, no están aquí.
La bollo vieja y solitaria no seduce a la joven confusa, ninguna de las dos muere -perdón por adelantaros el final- y, lo más gratificante, el orden patriarcal no es restituído...
La sierra de Madrid -por favor, quiero ser pudiente sólo para alquilar esa casa de lujo castellano rancio, la habitación del pecado es mi nuevo icono en decoración erótica- se expande tranquila, prometedora, tras el primer polvo de las thelma y louise de la transición. Tienen toda su puta vida por delante para reescribirla al margen del garruleo masculino tan grotesca y realisticamente retratado en esta joya incomprendida y ridiculizada por papanatas que, me juego el cuello, ni la han visto.
Desde este intransitado blog quiero romper una lanza, no sólo en favor de las radiantes y valientes -como reivindicó Bárbara para si misma y para La Dúrcal, que debe estar riendo en el cielo de las divas- protagonistas de Me siento extraña. Le emoción me ahoga...
Como decía, olé por Enrique Martí Maqueda, del que se rieron hace poco 30 AÑOS DESPUES en la tele. Un señor describiendo al percal hombril de la época como él lo hizo, con tanta irónica crudeza, merece mi aplauso, mi reconocimiento. Porque no os perdáis a los mequetrefes del pueblo que conspiran envidiosos contra ellas durante toda la película, coño, Velázquez los pintó hace casi cuatrocientos años y eran iguales. ¡El maromo español no se extingue señoras y el lince ibérico sí, joder, que injusto! ¿Y el suegro, el patriarca del que escapa la Dúrcal? Con la foto del Rey en el escritorio y la de Franco vigilante en el cajón... Y el mariducho, hombre nuevo de pacotilla. Que va de dulce y necesitado hasta que, cuando comprende que su mujercita ha recuperado el paso, saca sus garras de macho. Si no te vienes por las buenas, te llevaré por las malas... Un adelanto de los lobos con piel de corderos que nos irán tocando.
Y la hermosa alianza entre las mujeres libres y el tonto del pueblo, el hombre que no es hombre. Ahí nos encontraremos siempre, en los putos márgenes, con una calidez que los seguidores de la norma no sentirán jamás. Esta es la venganza de los desterrados.
Repito: han llegado a decir en los últimos meses, aquí por el 2007, que esta película arruinó la carrera de Rocío. Por favor, repasemos películas de la época, incluso de hoy... Joyas patrias.
Bajárosla de inferné, malditas. Y que vivan las batas de la Rey, la mirada que vence al miedo de la Dúrcal, el lujo de la sierra, las copas siempre llenas, el amanecer que grita pausado: ya no somos imposibles.
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